DESDE ARGENTINA
En Japón la grandeza se encuentra en la extrema meticulosidad y en las cosas sencillas. En las miniaturas y en la simplicidad de las formas. Son estos los elementos que mejor definen el esplendor de Japón. La simplicidad es la norma y el esquema que rige la vida de los japoneses. Meticulosidad y simplicidad que se percibe en la «ceremonia del té», en el cuidadoso trabajo de los bonsáis, en la belleza de los jardines de piedra, roca y arena. En Japón cualquier gesto se convierte en ceremonia, en rito y en minuciosidad. Una simplicidad que envuelve todo, fruto de las enseñanzas de la filosofía Zen que invitan a la contemplación de lo pequeño y a descubrir la belleza en lo simple tan sólo para transmitir el mensaje, que la existencia está llena de misterios.
Japón es un país que hechiza, que cautiva, que hace perder los sentidos y que invita a realizar un culto a lo efímero, a la búsqueda de la paz interior y a la conquista de la belleza. Japón es una tierra en donde, además de los miles de templos budistas y santuarios sintoístas, la misma naturaleza improvisa una frugal composición de colores, aromas y sonidos que se combinan de tal forma, para crear el más bello poema de Oriente.